¿Qué responderíamos si nos preguntasen en el futuro por cuál fue el acontecimiento que recordamos de 2020? Seguro que muchas de las respuestas estarían relacionadas con la crisis sanitaria y económica del COVID19 y los recuerdos serían dolorosos. Sin embargo, para el sector renovable, 2020 es un año de cumplimiento de objetivos, como lo fue previamente 2010. Y, al finalizar el año, debemos hacer una reflexión sobre si hemos alcanzado nuestras metas y cómo hemos llegado (o no) a ellas.
Sobre los objetivos, poco más que lo que, año tras año, recordamos en el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables en España. Ya sean los objetivos del PANER de 2010 (22,7% del consumo final bruto de energía), los del Acuerdo Social y Económico de 2011 (20,8%) o del PER 2011-2020 (20%), lo cierto es que hemos recorrido una senda muy alejada de las metas. A cierre de 2018, estábamos un 29,6% por debajo de los objetivos de potencia y un 31,2% por debajo en los objetivos de generación eléctrica. A nivel térmico, nos situábamos un 10,5% alejados de las metas y, en transporte, un 34,3%.
Es posible que con el récord de instalación de 2019 y la buena situación del sector – a pesar de la crisis – lleguemos a alcanzar los objetivos marcados para 2020 e incluso, en algunas tecnologías como la fotovoltaica, a superarlos. Pero el prometedor presente no nos debe hacer olvidar nuestro pasado pues, como dice el viejo proverbio, nos condenaremos a repetirlo.
Si observamos las dos últimas décadas de desarrollo renovable vemos picos y valles, incumplimientos de objetivos por defecto y por exceso… en definitiva, errores de ejecución. Los planes estaban claros, pero la hoja de ruta no se definió y el camino se torció. Las renovables han terminado por imponerse, dadas sus innegables bondades pero hay valiosas lecciones que debemos aprender.
La primera, definir una hoja de ruta detallada, no solo en las metas finales sino en cumplimientos parciales, tanto temporales como por tecnología y usos energéticos. La segunda, evaluar cada tecnología según su madurez y características, y obrar en consecuencia. Aunque hoy se oye, desde alguna asociación fotovoltaica, la defensa de subastas “neutras”, conviene recordar que el 44% de los 5.694 millones de euros de retribución específica a las renovables en 2018 correspondió a la fotovoltaica. Debemos ayudar a las tecnologías a recorrer su curva de aprendizaje, pero a cambio debemos pedir la misma ayuda a esas tecnologías cuando estén en disposición de prestarla. La tercera, que quizá debería haber sido la primera, es el consenso.
Los grandes errores de nuestro desarrollo energético no han venido de los objetivos o los planes, sino de las diferencias entre los grandes grupos políticos a la hora de ejecutarlos. Boom, burbuja, moratoria, subastas inesperadas… quien piense que esto es cosa del pasado, que mire los números de las solicitudes de acceso y conexión.
2020 no ha sido un buen año. Ni siquiera uno regular. Pero si conseguimos, de una vez por todas, aprender y mejorar, al menos habremos sacado algo bueno. Los esfuerzos que están realizando Ministerio e IDAE para dotar de un marco regulatorio estable a la Transición Energética, pueden y deben ser consensuados y compartidos por los distintos grupos. Las generaciones venideras lo agradecerán.
José María González Moya
Director General de APPA Renovables