Las energías renovables tienen una distribución desigual en España. En lo referente al sector eléctrico, nuestro país ha sido un referente en integración de renovables en el sistema eléctrico. Por ello, a pesar del parón de los últimos años, más del 37% de nuestra electricidad fue renovable en 2018.
En el año 2018 las energías renovables han aumentado su participación en el consumo de energía primaria. Las causas de este aumento fueron la recuperación de la generación hidráulica tras la sequía de 2017, la nueva potencia impulsada por las subastas y la competitividad alcanzada por algunas tecnologías.
En España la energía renovable aumentó un 8,2% en 2018 hasta representar el 13,9% del total de energía primaria,lo que las posiciona en tercer lugar, por detrás de los productos petrolíferos (44,9%) y del gas natural (21,1%). Por debajo de las renovables se situaron la nuclear con un 11,3% de participación y el carbón con un 8,6% (Gráficos 1 y 2).
En relación con la energía final su consumo en España aumentó un 3,4% en relación al año 2017. En 2018 las energías renovables representaron el 15,1% del consumo total de energía final. Este valor aumenta respecto a 2017, cuando se alcanzó el 13,9%, debido al aumento de la participación renovable, fundamentalmente por la recuperación de la generación hidráulica para generación eléctrica y haber experimentado un año con buen recurso eólico. Las tecnologías renovables térmicas
aumentaron débilmente su contribución, aumentando su participación un 0,3%, representando un 6,7% del total.
La energía final bruta procedente de energía renovable en 2018 fue del 17,3%1, este valor es una medida de referencia para el cumplimiento del objetivo del 20% a 2020. El descenso fue debido a un aumento de la demanda y una reducción de la producción solar, a pesar de la mayor producción hidráulica y eólica o el repunte experimentado por los sectores térmicos.
España siempre se ha caracterizado por su altísima dependencia energética de los combustibles fósiles, la cual registró su máximo histórico en 2008, cuando llegó a alcanzar el 81,3%. Gracias a la generación con energías renovables, la dependencia fue disminuyendo año tras año hasta los años 2012 y 2013, cuando la dependencia se redujo al 70,2%. Debido a la moratoria renovable esta disminución se interrumpió, manteniéndose en el entorno del 73% los años siguientes, a excepción de 2016. En 2017, debido a la fuerte sequía, la dependencia se disparó hasta el 73,9%, cifra que se ha moderado en 2018, año en el que la dependencia energética se situó en el 73,4%.
Por consiguiente, sin tener en cuenta la energía nuclear, la cual se considera autóctona aunque no sea nacional el origen del material empleado como combustible, nuestro país se sitúa cerca de veinte puntos porcentuales por encima de la media de los 28 países de la Unión Europea, cuya dependencia alcanzó el 55,1% en 2017. Las energías renovables, al ser fuentes de energía limpias, autóctonas e inagotables, resultan una herramienta fundamental y necesaria para solucionar este grave problema de dependencia energética, que viene afectando a nuestro país desde hace tanto tiempo (Gráfico 3).