Energías renovables

Los Acuerdos de París, de la COP21, y su posterior desarrollo en la COP22, de Marrakech, significan la apuesta definitiva por el desarrollo de las energías renovables, como herramienta fundamental en la lucha contra el cambio climático. Ello, unido a la propuesta de la Unión Europea de conseguir que en 2030 se alcance el 27% en el consumo de energía con energías renovables, hace que el sector renovable vea con esperanzas el futuro. La apuesta por un futuro basado en energías renovables se materializó en 2015 con la instalación de 150.000 nuevos MW renovables en todo el mundo, con un crecimiento anual del 4,8% en Europa y del 9% en el resto de países.

Desgraciadamente, esas buenas noticias para las energías renovables a escala global no se trasladaron al panorama nacional. En España el parón renovable que se decretó a comienzos de 2012 ha supuesto un grave golpe al sector. En 2016, únicamente se instalaron 43 nuevos MV renovables, cifra levemente superior a la de 2015 (27 MW) que constata la parálisis.

En 2016 el consumo de energía primaria en España disminuyó un 0,3%. Las renovables fueron la tercera fuente de energía primaria, detrás del petróleo, que fue la fuente de energía primaria más consumida en nuestro país con un 44,2% y del gas natural, que alcanzó una participación del 20,3%. Por debajo de las renovables se situó la energía nuclear con un 12,4% de participación y el carbón con 8,5%.

En cuanto a la energía final consumida en España en 2016, las energías renovables representaron el 15% del total, porcentaje superior al 14,8% de 2015. El aumento se debe a una mayor generación eléctrica, que fue del 8,8%, un 7,1% mayor que en 2015. Las renovables térmicas se situaron en el 6,3%, con un incremento del 1,6% respecto al año anterior. Por su parte, la energía final bruta, valor de referencia para el cumplimiento del objetivo del 20% a 2020, alcanzó en 2015 el 17,4%, una décima por encima del valor registrado en 2014.

La generación con fuentes de energía renovable contribuye a reducir la altísima dependencia energética que tiene España de los combustibles fósiles que importa y que en 2016 alcanzó el 72,3%. Esta cifra está casi veinte puntos por encima de la media de la Unión Europea, que se encuentra en el 54% y que se ha mantenido estable durante los últimos años.